Hay algo mágico en el vagar, en la ausencia total de horarios, en los despertares naturales por culpa del sol, en lavarse en el mar, en hacer la cena bajo las estrellas, en tomar café en sitios rotundos... La magia fluye cuando sientes que nada es perfecto, que todo es efímero, que hay utensilios que te pueden salvar la vida en un momento dado. Olvidas los ojos ajenos, las mentes pudientes, te sientas en la arena a fregar los cacharros y piensas por qué en Madrid no se limpia también con este sistema que va más allá del fairy y el agua. Vives pegado a tus compañeros de viaje pero rescatas el placer de un paseo completamente sola. Deseas permanecer así toda la vida pero anhelas el agua caliente, tu cama, un peli. Y vuelves al mundo de asfalto y comienza el nuevo curso. Otro punto de vista se ha instalado en tu retina. Otra energía se confunde con tu sangre. Y miras las fotos...
